jueves, 6 de junio de 2013

¿Por qué uno tiene que ser así?

Hoy Presentamos:


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En-samblanza


Never to talk of oneself is a form of hypocrisy. #Nietzsche


En el principio fue el odio. La estupidez un buen día se vio al espejo y al no querer reconocer su inmensa imbecilidad rompió el vidrio de una peñona ocasionando el Big Bang. De ese polvo de estrellas surgen coreografías orgiásticas de hidrógeno de cuyas resacas quedaron como consecuencia quásares, hoyos negros y gente desubicada. A lxs condenadxs a esta dimensión no les queda otra que cumplir servicio mientras aguardan la llegada del meteorito que acabará de una vez y para siempre con la raza humana. No así con los árboles, los leones marinos y las amatistas. Tampoco las abuelas, los niños y las personas de mirada afable. El problema es que dejar a abuelitas y a niños, si se mueren las abuelitas, lo niños quedarían sin rumbo, y para estas señoras hacerse cargo de sus nietos es una gran faena. Condenaría a sus enemigos, pero está tan resuelta a no volverlos a ver en la próxima existencia que prefiere dejar que la vida se encargue de que una espina de pescado les eche a perder el sábado en la playa o de que llegado el día caigan en cuenta de que ya es demasiado tarde. A decir verdad, si cae el meteorito las cucarachas, las moscas y Sábado Sensacional serían lo único que quedara con vida en este paraíso del infierno. Así que mientras se ingenia una idea mejor, la protagonista de esta historia ha prometido acabar con todos a letra limpia. Emprende así el sociópata oficio de escribir.

Nacida con tres días de retraso, el letargo es una pasión de la que no puede desprenderse. La idea de escuchar el silencio mientras contempla la quietud es una de las razones por la que preferiría perder dinero, mas no la oportunidad de aprovechar una buena siesta. Se dice que esta titánica flojera es consecuencia normal de los bebés a quienes les da pereza incluso nacer el día que les tocaba. Lo bueno de ese primer retraso fundamental es haber nacido bajo el día 11, lo que la hace devota de cualquier forma de imaginación que la hagan sentir que la realidad y la vida más bien están en otra parte, y que tras la cotidianidad se esconden mensajes importantes de los dioses. Las 11:11 y combinaciones numéricas similares son entonces sus horas favoritas. Cree que cuando logra avistarlas en los relojes digitales son los ángeles quienes la saludan.

Poseyendo estas cualidades tan similares a la media, las relaciones interpersonales son una virtud que bajo todas luces carece. Tal parece que, igual a su nacimiento, se quedó dormida para la repartición de cualidades sociales, así que cualquier comentario suyo, comportamiento o reacción posiblemente sea siempre el menos adecuado y prudente, pero sin duda vendrá siempre del corazón: antena que guía a nuestra protagonista a moverse en esta dimensión sin mapa a la que aún no termina de acostumbrarse a pesar de llevar más de 30 vueltas alrededor del sol.

Dada esta total falta de ubicuidad, ostenta una nutrida colección de fracasos amorosos tipificados por orden alfabético, numérico y dependiendo del tamaño del trauma. Pudiera canjearlos por barajitas de baseball, y con ellas llenaría importantes álbumes, pero ningún árbol merece ser asesinado para exorcisar metidas de pata. Aún así, esta condenada a la ingenuidad eterna sigue ilusionándose como una niña y apuesta siempre a bailar en el aire aunque los estrellones suelan ser materia frecuente. Conserva amistad con casi todos sus fallidos experimentos.

Pese a que el mundo, y ella misma, consideren que sufre de un incurable síndrome de despiste a escalas internacionales, en realidad posee un inconsciente tan ególatra que la ha llevado a dejar pistas suyas propósito  para cuando el honor y la gloria contaminen su nombre, y sea arrebatada de la paz del olvido eterno, vestigios suyos sean hallados por sus seguidores y así no tengan que gastar cantidades absurdas de dinero en las subastas por asirse de un mechón de su cabello, una lágrima o el último juego de llaves que dejó botado en un bar.

Según Wikipedia, la chicharra o cigarra es un insecto hemípedo que canta hasta reventar su estómago. Suele proliferar en temporada de lluvias y es común ver cementerios de estos bichitos pegados a las palmeras del paseo Los Próceres. Ahora, ¿En realidad están cantando las chicharras, o simplemente se dedican a pelear con cuanto molino invisible se les aparezca? Esta interrogante atormenta a la mencionada de este texto, lo cual le preocupa enormemente dada la posibilidad de que un día se le termine reventando la barriga de tantas peleas bizantinas en las que se mete por no saber callar cuando debe. La frase “nunca más” cobra cada vez menos valor en su léxico por la constante frecuencia con que la emite y la transgrede. Los seres que más ama suelen ser los principales depositarios de tantas despedidas definitivas.

Mientras nuestra protagonista se dedica a la maestría del ensayo y el error, el cielo de las cuatro de la tarde siempre le genera dicha y esperanza de que esta vez sí hará las cosas como deben ser y no como las siente. Aprovecha entonces cuanta oportunidad se le atraviese para hacer cita con Morfeo, viajar nuevamente a casa y entender que al final no fue nunca el odio lo que fue primero, sino que el amor es una constante expansión y confianza de que en el fondo todos estamos unidos a un hilo de Ariadna: que ni la distancia ni la muerte existen. Sinfonía que fluye como debe y así es. Entonces vuelve a contemplarse en aquel espejo originario, lo entiende todo y esboza una gran sonrisa.

Por lo anteriormente expuesto, honorables miembros del jurado, no me queda más remedio que sentenciar a la acusada como CULPABLE.

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