lunes, 19 de agosto de 2013

Duelo

Hoy Presentamos:




Estoy sentada frente a la computadora contemplando la pantalla en blanco: absorta. No sé si poner una película o si activar otra partida de Mahjong. La falta de internet dificulta mis opciones de ocio y no me gusta ver televisión. De pronto, un sonido detrás de mi cama: toques rápidos a los cables me sobresaltan y observo a mi derecha qué sucede. No pueden ser fantasmas, pues no siento escalofrío. Ahí la veo, rastrera. Grande y gorda se escabulle entre los cables debajo del escritorio. No hay tiempo qué perder. Corro a la cocina a buscar el veneno: la idea de aplastarla de un zapatazo me da asco, así que prefiero encerrarnos en una cápsula de aires tóxicos y verla morir como si fuera esto la primera fila de Auschwitz. Pfff, pffff, pfffff. Debajo del escritorio, por los cables, al lado de la impresora. Pfff, debajo de la cama. Voy a terminar yo envenenada. No importa. Tengo que verla morir. Guardo el veneno en la cocina y vuelvo a mi ubicación inicial. Siento de nuevo unos ruidos a mi izquierda: ahí está, bocarriba, jadeando. Bien. Empiezo a teclear y volteo de nuevo a ver a mi víctima cuando noto que no está. Corro de nuevo a la cocina. Tiene que morir. Pff, pfff, el closet, la montaña de ropa sucia, debajo del escaparate, pff, el suelo, pfff, mis libros, pfff, la ventana, pfff, mis zapatos, pfff, mi ropa, pfff, mi cabello, pfff, pff, pff, finalmente un último rocío contundente… caigo bocarriba y empiezo a jadear mientras muevo desesperadamente las patas. Necesito aire, no respiro. Alguien se sienta en mi escritorio y me contempla mientras empieza a teclear.

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