Primera tarea del taller de Narrativa Celarg, con Gabriel Payares
Final alternativo.
Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le
dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató
aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo
gritar más. Cada uno de los hermanos le hizo cerco a la niña, mientras las ojos
desorbitados de cada idiota inspeccionaba el aspecto de la cuidada infancia de Bertita. El mayor la
inmovilizó por detrás, cerrándole la respiración con un abrazo prieto. Los
demás la llenaban de baba mientras pronunciaban, “rojo…rojo…”. Luego de muchas
patadas e inútiles brazadas, entre convulsiones la niña se desplomó rendida.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su
hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un
momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini
avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre
aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo.
Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta corrió tras el marido para toparse juntos en la puerta
de la cocina ahora con cinco idiotas,
jugando perdidos con la gallina muerta.
Los gritos de la pareja se fueron desvaneciendo con el caer de la tarde,
mientras los monstruos presenciaban absortos el ocaso en silencio.
Este es el cuento original
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/quiroga/gallinad.htm
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